Antonio Javier Bueno Heredia

En mi caso la afición por la fotografía no ha sido algo que viniese desde muy atrás en el tiempo. Aunque sí que es cierto que siempre me gustó hacer fotos en las reuniones de amigos con la cámara que había en casa, heredada de mi hermana.

Ya en la universidad, esa afición fue en aumento y me propuse que cuando comenzase a trabajar me haría con una «buena» cámara de fotos. Esta idea se pospuso dado que en mis primeros años laborales los cambios de residencia eran continuos y dedicaba mi tiempo libre a preparar las oposiciones.

Los años trabajados en la sierra de Segura fueron un punto de inflexión, esos paisajes con la nieve recién caída fue algo que me impactó. A partir de ahí comenzó la afición por conocer la naturaleza que me rodea.

Al conseguir sacar las oposiciones y lograr una estabilidad laboral llegó el momento de hacerme con la cámara de fotos deseada. Comencé a navegar por foros en internet y logré contactar con un grupo de fotógrafos de la zona y comenzamos a quedar de vez en cuando a hacer fotos. De esas quedadas ocasionales hemos pasado a vernos regularmente y a llegar a ser buenos amigos que compartimos una forma de vida.

Esta cita de los hermanos Serge y Dominique Simón define a la perfección, según mi punto de vista, al fotógrafo de naturaleza:

“Si no te sientes en perfecta comunión con la Naturaleza, si no experimentas un placer inmenso, una serena tranquilidad al pasearte por el bosque por la mañana o a orillas del agua, al notar la vida que palpita a tu alrededor, entonces es inútil que tomes una cámara fotográfica. Ya que si estás en desacuerdo con la Naturaleza, no tendrás ganas de conocerla mejor, de observarla, de comprenderla ni de respetarla, y muchos menos de glorificarla al convertirla en imagen”.